Este aforismo de Nicolás Gómez Dávila me causo mucho interés ya que maneja un tema como es la modernidad muy importante para abrir un poco la mente con respecto a las actitudes humanas en nuestros tiempos. Que en la mayoría de los casos han sido actos de conveniencia y destrucción. En su opinión, vivimos en la época de la barbarie completa, época llena de falsos dioses y sus profetas, y de ideas viles y estúpidas. Claro está que incluso hoy se pueden encontrar las últimas huellas de la antigua cultura de Occidente, pero hacia esas huellas el hombre moderno tiene la actitud inequívocamente negativa y anhela eliminarlas tan pronto como le sea posible. Me siento muy identificada con este pensador, pues ve el mundo sin maquillajes y nos describe lo que la sociedad, con el pasar del tiempo va olvidando ya que son incitados a la ignorancia eterna.
Gómez Dávila concederá primordial importancia a la manera como asumamos nuestra relación con la trascendencia, sea ésta de tipo mitológico, dogmático, o simplemente existencial. Si la juventud es momento de abrir las puertas y acoger a todo visitante que osa llamar, llega el momento de asumir posiciones. Y no se trata aquí de afiliaciones políticas o ideológicas, sino de una radical posición frente a la existencia, de una forma de entender al hombre y al mundo, a partir de la cual todo lo demás se ordena. De esta manera, de una concepción religiosa específica, la de cada hombre, emana diríamos casi que naturalmente una cierta jerarquización de valores, una axiología que ordena los diversos componentes de la vida humana. Así por ejemplo, cuando el hombre se ve a sí mismo como creatura, reconoce que más allá de sus formidables capacidades, hay una verdad que ni proviene de éste ni le es dado transgredir sin provocar consecuencias que afectan su misma naturaleza, al ser éste un ente dinámico en permanente desarrollo. Esta verdad que le da un sentido y por ende una dirección a la vida humana, no viene siendo fruto de sus poderes de racionamiento, por espléndidos que sean éstos, sino que le ha sido revelada. El gran pecado de la modernidad para Gómez Dávila es el de haber querido ignorar esta máxima inexorable, declarando al ser humano como único responsable y creador del mundo en el que se mueve, generador de valores y reformador impune de costumbres y culturas.
Nicolás Gómez Dávila es un escritor q busca oponerse a las ideas de igualdad y libertad ilimitada, de progreso y democracia, de materialismo, socialismo, capitalismo y revolución, es decir, oponerse a todo lo que se considera actual y universalmente aceptado. Por otro lado El escritor se aparta de todo lo contemporáneo y mantiene que en el mundo moderno casi no hay cosas dignas de ser conservadas. Es lamentable como el mundo moderno se olvida de lo bueno y se recuerdan las cosas q al fin y al cabo no tienen ni pizca de importancia para las relaciones humanas.
Dejando de lado antipatías irracionales, que en nada contribuyen a ver las cosas tal y como son, es innegable que una mentalidad que trate de impedir a toda costa la transformación de estructuras sociales, políticas y económicas, supone un desconocimiento profundo de la naturaleza misma de esas estructuras que se propone proteger. Fruto de una evolución gradual, su misma riqueza depende de su capacidad para asimilar nuevos elementos, integrándolos de manera armoniosa a un bagaje previo. Tal vez no sobre repetir el caso de las culturas helénicas, fecundadas por la sabiduría y mitología egipcias; o más recientemente el de la cultura europea medieval, que gracias al aporte del Islam vio renacer el interés por la filosofía clásica. Los ejemplos son miles, y ningún pueblo o cultura que haya alcanzado cierta grandeza, lo ha hecho como unidad absolutamente homogénea y cerrada. El objetivo de este ensayo es buscar una respuesta al porque este filosofo colombiano cataloga a la sociedad moderna como un castigo y en que se basa para afirmar esta verdad de él. Por esto analizare e interpretare los pensamientos del autor, para poder entender cuál es la problemática real de la época moderna y pues así tener mi propio concepto acerca de la situación actual del mundo con respecto a sus relaciones sociales dentro de una sociedad.
Hoy en día se puede ser todo, menos ir en contra del proyecto de la modernidad en aras de conservar un status quo. Las críticas al capitalismo pueden hacerse mientras vengan de la izquierda, pero cuando a éste se le acusa de haber promovido la desintegración de un tejido social ancestral, alterando las relaciones de producción de tal forma que el capital prime por encima del trabajo, fomentando una plutocracia en la que la riqueza se desvincula de toda responsabilidad política y social y que legitimiza su uso para el puro goce personal, entonces estas críticas se consideran inadmisibles. El reaccionario es visto como el enemigo de todos, y en cierta forma lo es, pues oponiéndose a la noción de progreso, desafía uno de los pilares sobre los cuales gran parte de los políticos, hombres de negocios, científicos y aún académicos, modelan su interpretación del mundo. La confianza en un progreso constante, que de manera casi automática garantizaría el mejoramiento gradual y paulatino de las condiciones de vida de los seres humanos, es vivida con el mismo fanatismo con el que un cruzado imponía su ley en la guerra santa. Progreso y democracia son puntos neurálgicos de nuestra sociedad contemporánea, que no admiten refutación sin causar oprobio inmediato. Una vez catalogada una tesis de reaccionaria, ésta se desecha sin miramientos y a su autor se le margina como ente de pensamiento inútil y hasta peligroso.
Actualmente la gente se preocupa por el bien individual sin pensar en cómo estén las personas q tiene alrededor. Es muy importante no dejar pasar por alto algunas viejas costumbres q para bien o para mal sirven de aliciente en las relaciones humanas. Debemos ser más susceptibles a los cambios q en realidad debe llevar un mundo moderno en vez de concentrarnos en pequeñeces q no favorecen el bien común.
El cambio de una gran sociedad no debe ser construido por unos pocos, sino que debe ser trabajo de todos. Ya que esos pocos se aprovechan de su condición para imponer sus ideales sobre el de los demás. El cambio de nuestro “mundo moderno está en manos de cada uno de nosotros. Luchemos para q este mundo moderno deje ser ya un castigo y se convierta en un mundo de significativos avances sociales.
Entrando en materia, es importante tener en claro ciertos temas como: qué es la modernidad, que es lo que se conoce como mundo moderno, critica de Nicolás Gómez Dávila sobre la modernidad para así dejar sólidos todos estos conceptos.
La modernidad es el proyecto de imponer la razón como norma trascendental a la sociedad. El adjetivo moderno, a partir del cual se ha forjado en el siglo XIX el término modernidad, designa lo que pertenece a una época reciente. Puede tener el sentido de actual, de contemporáneo, y se opone a antiguo. Después de la Polémica de los Antiguos y los Modernos, en el siglo XVII, ese término se cargó de una connotación positiva. Los partidarios de lo moderno parten del supuesto de un progreso de la humanidad». La modernidad, al nivel socio - histórico, designa, según Gérard Guest, «el hecho histórico importante que afecta, a finales de la Edad Media y en los orígenes del Renacimiento, a todas las formas de cultura y a todas las formas de existencia en Europa. El hombre europeo funda en ella - por oposición al hombre medieval - sus formas de vida propias, en un nuevo reparto de la referencia a la tradición. Este reparto se hace posible por la constitución de una memoria histórica, filológica y hermenéutica, y la referencia al progreso, que hacen posible el progreso de las ciencias y de las técnicas, la evolución acelerada del movirniento de las fuerzas productivas al servicio de un dominio sin precedentes de los procesos naturales. Fue también posible por la construcción política del Estado moderno, y la referencia filosófica a los valores del humanismo y de la razón».
Alain Touraine describe los diferentes elementos filosóficos - políticos que componen esa modernidad: una revolución del hombre ilustrado contra la tradición; la sacralización de la sociedad; la sumisión de la razón a la ley natural. La modernización en su acepción occidental es «la obra de la misma razón, y en consecuencia sobre todo de la ciencia, de la tecnología y de la educación, y las políticas sociales de modernización no deben tener otro fin que despejar el camino de la razón suprimiendo las reglamentaciones, las defensas corporativistas o las barreras aduaneras, creando la seguridad y la previsibilidad que necesita el empresario y formando gestores y los operadores competentes y concienzudos. ( ... ) Occidente, pues, ha vivido y pensado la modernidad como una revolución. La razón no conoce ninguna experiencia; al contrario, hace tabla rasa de las creencias y de las formas de organización social y política que no se basan en una demostración de tipo científico». Además, la modernidad engendra, a causa de la secularización, un nuevo pensamiento político que sustituye a Dios por la Sociedad como principio de juicio moral. «La idea de que la sociedad es una fuente de valores, que el bien es lo que es útil a la sociedad y el mal lo que perjudica su integración y su eficacia, es un elemento esencial de la ideología de la modernidad. Para no someterse más a la ley del padre hay que sustituirla por el interés de los hermanos y someter al individuo al interés de la colectividad». En fin, «el pensamiento modernista afirma que los seres humanos pertenecen a un mundo gobernado por leyes naturales que la razón descubre y a las que ella también está sometida. E identifica el pueblo, la nación, a un cuerpo social que funciona también según leyes naturales y que debe desprenderse de formas de organización y de dominio irracionales, que persiguen fraudulentamente hacerse legitimar recurriendo a una revelación o una decisión sobrehumanas».
La modernidad es ante todo un utensilio crítico. Las armas de la crítica se volverán, pues, contra ella. G. Guest describe la modernidad como «la época de la interpretación de la interpretación». (Ver el desarrollo de los trabajos de hermenéutica de Gadamer, la crítica lógica del lenguaje de Wittgenstein, etc.). Numerosos pensadores - el más radical fue Nietzsche - denunciaron los daños de la ideología moderna. Freud provocó un replanteamiento radical del ideal del hombre como ser racional. Luego vino la Escuela de Francfort, en la que los trabajos de Michel Foucault pusieron en evidencia lo antinómica que era la modernidad respecto a la idea de progreso del bienestar, subrayando los procesos de alienación engendrados por las sociedades modernas. El deterioro de la ideología y de las prácticas modernas, principalmente en la creación estética, alumbró el concepto de posmodernismo y de posmodernidad. Jean - François Lyotard la considera como una «hipermodernidad», en el sentido de que las vanguardias se agotan ellas mismas en su búsqueda incesante de la modernidad. La posmodernidad significa sobre todo la desaparición de todo modelo de sociedad: los actores se vuelven hacia sí mismos, hacia la satisfacción de sus necesidades narcisistas, y la identidad social la surninistra lo que se consume y no lo que se es. La posmodernidad remite a una sociedad sin historia, en el sentido en el que ya no hay grandes proyectos, y la auto reflexión, hasta la auto - irrisión, sustituye a toda perspectiva historicista.
El mundo moderno responde a una ideología [construida para justificar los intereses de las clases dominantes] sin un sentido de los límites. Esta ideología antecede las relaciones económicas, políticas y sociales. Esta dimensión ideológica responde a un sistema de ideas y creencias que orientan el pensamiento y el comportamiento social al tiempo que explican la realidad reduciendo la incertidumbre y articulando la sociedad de una determinada manera [la manera de nombrar, hablar y pensar].
Como conclusión de esta pequeña investigación, el mundo moderno es un tema amplio y trascendental para humanidad, un tanto complejo porque a partes que una sociedad adopte x o y postura moderna y si está mal tomada, es difícil de que la noche a la mañana pueda cambiarla. Es cuestión entonces de cada día aportar un granito de arena por un presente de verdaderas igualdades en todos los sentidos.
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